sexta-feira, 13 de junho de 2008

Mensagem de Juan Mayorga ao FITEI 2008


Um pobre homem perseguido por mil polícias

Quase tudo o que sei de teatro, o essencial, aprendi-o em criança nas colónias escolares. As colónias eram centros de férias para nós, os meninos da cidade – os colonos – passarmos alguns dias do grande e quente Verão na praia ou no monte. Aos sábados à noite, celebrava-se nas colónias o chamado “fogo do acampamento”, apesar de não estarmos em nenhum acampamento nem tão pouco haver fogo. Consistia numa espécie de festival em que quem tinha alguma habilidade – cantar, contar anedotas, equilibrar uma bola com o nariz – exibia-a ante os demais, que aplaudíamos.

Foi ali, no fogo do acampamento, que conheci Charlot. Quer dizer, a uma criança que representava Charlot. Aquele rapaz imitava muito bem a sua pitoresca forma de andar, o seu modo de girar a bengala, a agitação do seu bigode. Mas o que nunca esquecerei é como aquele miúdo – ele sozinho! – dobrava uma esquina imaginária, dava de caras com 1000 polícias que o procuravam, corria perseguido por eles e, no último momento, conseguia esconder-se de modo a que o exército policial passasse ao lado sem o ver.

Eu não sabia então, mas agora sei que ali estava perante a visão dos dois pulmões do teatro: a crítica e a utopia.

O teatro é esse pequeno lugar em que uns seres humanos representam diante de outros, com a cumplicidade destes, ficções através das quais podemos examinar o nosso mundo e imaginar outros mundos; criticar esta vida e sonhar outras formas de viver. No teatro, qualquer um pode ser, durante um momento, um pobre homem perseguido por uma legião de polícias – como nesta nossa Europa, que acusa homens honrados de virem fugindo da miséria, enquanto permite que outros piores se passeiem tranquilos por salões e palácios – que acaba por conseguir enganar – porque o mundo deveria ser mais justo e mais belo.

O próprio teatro parece muitas vezes um pobre homem perseguido por mil, por um milhão de polícias. Mas uma e outra vez engana-os e continua o seu caminho. Parece pequeno, mas na realidade é, na sua humildade, muito poderoso. Parece antiquado, mas é a arte do futuro. A arte da crítica e da utopia.

Juan Mayorga



Un pobre hombre perseguido por mil policías

Casi todo lo que sé del teatro, lo esencial, lo aprendí de niño en las colonias escolares. Las colonias eran centros de vacaciones para que los niños de la ciudad –los colonos- pasásemos algunos días del largo y caluroso verano en la playa o en el monte. Los sábados por la noche, en las colonias se celebraba el llamado “fuego de campamento”, aunque no estábamos en ningún campamento ni tampoco había fuego. Consistía en una suerte de festival en que quien tenía alguna habilidad –cantar, contar chistes, sostener una pelota con la nariz- la exhibía ante los demás, que aplaudíamos.
Fue allí, en el fuego de campamento, donde conocí a Charlot. Es decir, a un niño que representaba a Charlot. Aquel chaval imitaba muy bien su pintoresca manera de andar, su modo de girar el bastón, la agitación de su bigote. Pero lo que nunca olvidaré es cómo aquel chico –¡él solo!- doblaba una esquina imaginaria, se daba de bruces con mil policías que estaban buscándolo, corría perseguido por ellos y, en el último momento, conseguía esconderse de modo que el ejército de polis pasase de largo sin verlo.
Yo no lo sabía entonces, pero ahora sé que allí se me estaba dando a ver los dos pulmones del teatro: la crítica y la utopía.
El teatro es ese pequeño lugar en que unos seres humanos representan ante otros, con la complicidad de éstos, ficciones a través de las cuales podemos examinar nuestro mundo e imaginar otros mundos; criticar esta vida y soñar otras formas de vivir. En el teatro, cualquiera puede ser, durante un rato, un pobre hombre al que persigue una legión de policías –como en esta Europa nuestra, que acosa a hombres honrados que vinieron huyendo de la miseria, mientras permite que otros peores se paseen tranquilos por salones y palacios- a los que finalmente burla –porque el mundo debería ser más justo y más bello-.
El teatro mismo parece a menudo un pobre hombre perseguido por mil, por un millón de policías. Pero una y otra vez los burla y continúa su camino. Parece pequeño, pero en realidad es, en su humildad, muy poderoso. Parece anticuado, pero es el arte del futuro. El arte de la crítica y de la utopía.

Juan Mayorga


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